Además del baño, que en recién nacidos y bebés no es necesario que sea a diario, hay otras medidas de higiene que debéis poner en práctica junto a otros cuidados del bebé. Aunque os pueda resultar complicado, por tratarse de partes pequeñas y sensibles, basta con seguir algunas recomendaciones para mantener limpias las zonas delicadas del bebé.
Consejos para limpiar los oídos del bebé
En los oídos del bebé se debe limpiar la parte externa y visible con una gasa o una toalla suave humedecida en agua tibia. Nunca hay que introducir ningún objeto por el conducto auditivo, por el riesgo de causar lesiones en el tímpano. La cera es un mecanismo de defensa del oído y no es recomendable obsesionarse con extraerla. Algunos niños pueden tener predisposición a la acumulación de cera y a que se formen molestos tapones, en estos casos el pediatra puede recomendar unas gotas para ablandar el cerumen del oído.
Suero fisiológico para la limpieza de la nariz
Para desobstruir de mocos la nariz del bebé, se emplea suero fisiológico; pero para lavar los orificios, puede usarse agua corriente.
Podéis aplicar el suero fisiológico varias veces al día, si el exceso de moco impide la correcta entrada de aire. En bebés y niños pequeños no se recomienda usar más de 2 ml de suero fisiológico en cada fosa nasal, en niños mayores podéis aumentar la cantidad hasta 5 ml. Si se calienta el suero con las manos un poco antes de su irrigación, quizás resulte menos molesto. Es una técnica que no suele gustarle nada a los niños, en parte porque deben permanecer bien sujetos, pero es necesaria para una correcta higiene nasal. La aspiración con peras de succión o mecanismos que generen cambios de presión no son recomendables.
Cómo limpiar los ojos
Generalmente no es necesario un lavado especial en los ojos del bebé. En el caso de que tenga alguna legaña, debéis lavar el ojo desde la parte interna hacia la parte externa, con una gasa empapada en suero fisiológico y nunca con algodón.
Si las legañas son recurrentes en el ojo del bebé, se debe descartar la obstrucción del conducto lagrimal o la presencia de una conjuntivitis.
Cuándo y cómo cortar las uñas al bebé
La mayoría de los bebés nacen con las uñas muy largas y quebradizas. Si es necesario, para evitar que se arañe, podéis cortarlas con mucho cuidado. En caso de utilizar tijeras, deben ser pequeñas, estar bien afiladas y tener la punta redondeada. Puede resultar complicado limar las uñas, ya que son demasiado blandas.
Debéis aprovechar un momento en el que el bebé esté tranquilo para que no se mueva, después del baño o mientras duerme, por ejemplo. Para no cometer el error de cortar la piel sin querer, es necesario atender al límite entre la uña y la piel. Es recomendable no cortar a ras del dedo y que los bordes queden redondeados. Las uñas de los pies del bebé se cortan rectas, para procurar que sus bordes crezcan por encima de la piel y no se claven en los márgenes.
En cuanto a la frecuencia, dependerá del ritmo de crecimiento, generalmente hace falta cortar las uñas de las manos una vez a la semana. Y las de los pies, dado que crecen mucho más despacio, durante los primeros meses no suele ser necesario que las cortéis.
La importancia del cuidado de los genitales en los recién nacidos
En la mayoría de recién nacidos varones, no es posible retirar completamente la piel del prepucio sin hacerles daño. Lo habitual es que exista una fimosis fisiológica, que generalmente se va resolviendo conforme el bebé crece. Para su higiene, basta con el lavado habitual en la bañera y durante el cambio de pañal. No debéis intentar forzar la retirada del prepucio, ya que podéis causarle una herida.
En el caso de las niñas, es recomendable que limpiéis la vulva sin miedo, separando bien los pliegues. También debéis tener la precaución de lavarla siempre de delante hacia atrás, para no arrastrar hacia la vagina los microbios que pueda haber alrededor del ano. No es necesario usar jabones específicos, es suficiente con el gel de ducha con ph neutro.
Para mantener los genitales limpios, debéis realizar el cambio de pañal con frecuencia. Podéis usar una esponja y agua, o toallitas húmedas (sin productos irritantes) en cada cambio de pañal. Aunque es más recomendable la primera opción, sobre todo en recién nacidos y si el bebé tiene irritada la zona cubierta por el pañal (dermatitis del pañal). Después debéis secar bien la piel y los pliegues con una toalla. No se recomienda aplicar polvos de talco, ni tampoco es necesario poner crema tras cada cambio de pañal.