Con un recién nacido en casa, durante sus primeros meses de vida es frecuente que la duda de si acudir al hospital o no os asalte. Ya sea por un llanto inconsolable, por fiebre, por vómitos… La recomendación general, sobre todo cuando son más pequeños, es consultar si creéis que algo no va bien en vuestro bebé.
Cómo detectar si el bebé está en buen estado
Hay algunos signos que os pueden ayudar a distinguir si vuestro bebé debe recibir atención médica con urgencia, o puede esperar a ser atendido por su pediatra habitual en consulta.
Mal estado general: palidez, somnolencia, apatía
El buen estado general del bebé es el criterio más valioso para aceptar que su salud es buena o, al menos, no necesita ser explorado urgentemente. Algunos aspectos que podéis observar son el color de su piel, el seguimiento de la mirada y la normalidad de su comportamiento y actividad.
Si notáis que el bebé está pálido y parece indiferente o apático, reacciona poco a los estímulos, o está adormilado y no le podéis despertar como habitualmente, es necesario que lo llevéis al hospital.
La fiebre en el bebé
Antes de los tres meses, la fiebre es motivo de consulta urgente, siempre que ese aumento de temperatura no se debe a un exceso de abrigo. De ser así, el bebé volvería a su temperatura habitual (entre 36 ºC y 37,4 ºC) al quitarle la ropa sobrante. En menores de tres meses, y especialmente en el recién nacido, las infecciones pueden agravarse de forma más rápida. Además, existen complicaciones relacionadas con el parto que pueden provocar fiebre en el recién nacido.
A partir de esa edad, podéis empezar a relativizar la urgencia, sobre todo si la temperatura no es mayor de 39 ºC y si el estado general del bebé es bueno.
El bebé rechaza el alimento
El rechazo del alimento es especialmente importante en bebés pequeños, haya o no otros síntomas asociados. Existe riesgo de que se deshidrate rápidamente si no recibe el alimento que necesita, por lo que debe comer con frecuencia.
En cambio, si se trata de un lactante de más de cuatro o cinco semanas, que se muestra despierto y con buen aspecto, pero rechaza esporádicamente alguna toma o quiere menos biberón durante unos días, no hay motivo para preocuparse.
Irritabilidad o llanto inconsolable
Aunque los bebés comunican sus necesidades a través del llanto, sin que esto implique ningún problema y por supuesto ninguna urgencia, el llanto que no se consuela puede ser motivo de valoración. Especialmente si el timbre es diferente al habitual dando sensación de dolor o, al contrario, cuando es débil, pareciéndose más a un quejido.
El llanto inconsolable en los bebés suele diagnosticarse como un cólico del lactante: se inician y finalizan bruscamente, duran más de tres horas al día (generalmente al anochecer) y suceden al menos tres días a la semana, que no necesita atención médica y disminuye por si solo hacia los 4 meses de edad.
La diarrea
La diarrea suele ser síntoma de una infección gastrointestinal. El problema de la diarrea es que, si se mantiene en el tiempo, puede causar deshidratación. Cuanto más pequeño es el bebé o niño, más riesgo de deshidratación hay.
Debéis distinguir la diarrea de las deposiciones habituales en los lactantes alimentados con leche materna exclusiva. Estas deposiciones son líquidas, en ocasiones explosivas, de un tono amarillento, y resultan totalmente normales.
Algunos signos de la deshidratación del bebé son:
- Moja menos pañales.
- La poca orina que hace es oscura.
- Tiene los labios secos.
- En casos más graves, entre otros síntomas, el bebé presenta ojeras hundidas y si le pellizcas la piel ésta tarda en volver a su sitio.
Vómitos en el bebé
Los vómitos pueden ser un síntoma de diferentes enfermedades, entre las que se incluyen las infecciones gastrointestinales. Aunque el vómito deshidrata menos que la diarrea, es importante tener en cuenta que, si son muy repetidos, el bebé estará perdiendo demasiados líquidos y sales minerales. La urgencia, si no presenta síntomas de deshidratación, va a depender de la edad del bebé. Si es menor de tres meses y vomita más de tres tomas, deberíais acudir al hospital.
En ocasiones podéis confundir un vómito con una regurgitación benigna, o con el reflujo gastroesofágico, que son comunes durante la lactancia. Las principales diferencias son que, tras regurgitar, el bebé no parece sentirse incómodo y expulsa poca cantidad de leche. Además, si es un vómito, el contenido gástrico saldrá con fuerza y en ocasiones acompañado de arcadas.
El bebé tiene dificultad para respirar
Cuando el bebé tiene tos o mocos, principalmente, lo que más preocupa es que la afección le impida respirar correctamente, por eso debéis observar su ritmo respiratorio. Si al respirar se le hunden las costillas, si oís algún sonido respiratorio anómalo (como pitidos), si observáis un cambio de color en la piel (se torna a un color azulado o pálido) o una sensación de ansiedad en el bebé o niño, debéis consultar con un pediatra ya que pueden ser signos de una dificultad respiratoria importante.